Meditación: El bautismo del Señor

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Meditación: El bautismo del Señor

I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: EL BAUTISMO DEL SEÑOR  (Isaías 49, 3. 5-6; Sal 39; 1 Co 1, 1-3; San Juan 1, 29-34)

El Hijo amado de Dios

Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra» (Is 49, 5-6)

«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero ha salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel» (Jn 1, 29-31).

Recepción de la Palabra

Poco a poco, con la selección de los textos bíblicos que se proclaman los domingos y días festivos, la Iglesia ha venido desplegando el Misterio de la Encarnación y la identidad del Niño que nació en la Nochebuena.

El nacido en Belén, el Hijo de María, por quien cantaron los ángeles y se conmovieron los sencillos, el adorado por los pastores y por los magos, el anunciado a todos los pueblos, reconocido por los ancianos Simeón y Ana, es el que profetizaron desde antiguo las Escrituras como luz de las naciones, el mismo que después señaló Juan Bautista como Cordero de Dios.

En un versículo anterior al texto evangélico seleccionado se puede leer: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia» (Jn 1, 26-27). En esta expresión se contiene la indicación de la identidad más amorosa de Aquel que viene como manifestación suprema del amor divino. Juan señala al novio, a quien tiene derecho de desposorio.

Jesús cumple en su carne la voluntad de su Padre, de que la humanidad entera sea divinizada. Así lo profetizaban Isaías, Oseas, el Cantar de los Cantares, los salmos: «Escucha, hija, presta el oído, el Señor se ha prendado de hermosura, se ha enamorado de ti» (Sal 45). «La llevaré al desierto y le hablaré al corazón. Allí me dirá marido mío» (Os 2). «Ya no te llamarán abandonada; como joven que se casa con su novia, así te desposa el que te construyó. La alegría que encuentra el esposo con su esposa, la encontrará tu Dios contigo» (Is 62).

No salimos del asombro: el Pastor, hecho Cordero; y aún más: Dios, enamorado de su criatura, no solo se hace uno de nosotros, sino que nos invita a ser uno con Él, no por los vínculos de la carne y de la sangre, sino por el agua y el Espíritu.

Si la profecía de Isaías, que se proclama en la primera lectura, tiene una clara referencia cristológica, por el bautismo, cada uno podemos escuchar: «Es poco que seas mi siervo, te hago mi hijo. Te hago luz». ¡Seamos luz!


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consuta aquí su página web)

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