Meditación: Discípulos de todas las naciones

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Meditación: Discípulos de todas las naciones

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO   (Is 66, 18-21; Sal 116, Hbr 12, 5-7. 11-13; Lc 13, 22-30)

 

 

«Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones»

«Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos» (Sal)

 «Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará». (Hbr)

«Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios» (Lc)

Contemplación

Estamos en el último domingo de agosto, muy posiblemente el tiempo en el que muchos hemos tenido experiencias internacionales, o encuentros con personas de procedencias muy diversas, de manera especial si hemos acudido a centros de peregrinación o lugares turísticos.

La pluralidad de los creyentes, la diversidad de razas y lenguas son una manifestación cada vez más constatable en lo que se refiere a la fe. A poco que se haya seguido la JMJ de Río, hemos podio ver los colores de casi 200 países.

Las lecturas de este domingo parecen verdaderas profecías al augurar que vendrán seguidores del Evangelio de los cuatro puntos cardinales y que la alabanza a Dios se elevará en todas las lenguas del mundo.

Hoy debemos vencer toda tendencia endogámica o aislacionista. No es cristiano parapetarse en refugios cálidos, ni encerrarse en ambientes favorables; tenemos la certeza de la Palabra, que nos asegura que es universal el flujo de los que reconocen al Señor y lo bendicen.

Jesucristo ha venido a salvar a todos, y ha enviado a los suyos a anunciar el Evangelio a todas las naciones. Quien ha entregado su vida para perdón de los pecados, nos deja el mandato de darlo a conocer por todos los caminos.

Un consejo es que vayamos atentos, que andemos por senda llana, que significa por tierra firme, la que se pisa siguiendo los mandatos del Señor. Él es el verdadero Camino en el que no tropezarán nuestros pies.

¿A qué te compromete la vocación universal del Evangelio? ¿Tienes alguna acción o presencia en las periferias de la Iglesia?


Agradecemos esta meditación a Don Ángel Moreno de la Fuente (consulta aquí su página web)

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