Meditación: Del dolor a la conversión

1958
Meditación: Del dolor a la conversión

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO  (Jon 3, 1-5. 10; Sal 24; 1 Cor 7, 29-31; Mc 1, 14-20)

Dolor – amor

La Liturgia no contempla hoy la conmemoración de la conversión de San Pablo, sino el III domingo del Tiempo Ordinario. Sin embargo, la providencia de la Palabra, al hilo de las lecturas que se proclaman este día, nos permite la resonancia del momento luminoso que vivió Saulo.

La conversión de Nínive por la predicación de Jonás -«Vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó» (Jon 3, 10)-, junto con la súplica del salmista -«Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor»- (Sal 24), encuadran el mensaje dominical.

Como argumento para llamar a la conversión, cabe traer a consideración la expresión paulina: «La representación de este mundo se termina» (1Cor 7, 31). Actualmente, no es frecuente la consideración de las postrimerías; sin embargo, son una verdad que a muchos les ha hecho más responsables en su trabajo, y sobre todo, los ha vuelto más hacia Dios.

No debería ser el miedo el argumento de nuestra conversión, como fue el discurso del profeta: «Nínive será destruida», sino el amor y el encuentro con el Señor Jesús, como el que tuvieron los discípulos, que les hizo optar radicalmente por el Maestro. «Lros llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él» (Mc 1, 20).

¿Por qué el dolor para alcanzar la conversión?

La Providencia tiene muchos caminos por los que provoca el encuentro del hombre con Dios, a veces, a costa de un sufrimiento, un despojo, una muerte; en otros momentos por una luz fascinante, una atracción amorosa, un descubrimiento de la verdad.

Un ejemplo, que hoy no es casual citar, nos lo narra el mismo San Pablo, cuando se refiere al momento en el que descubrió la verdad de Jesucristo, que le produjo un cambio total de vida, y de perseguidor de los cristianos, se hizo el evangelizador de los gentiles por antonomasia. Hoy precisamente es una jornada misionera.

Escuece el corazón cuando se descubre que somos más sensibles para con Dios en los momentos de necesidad, que en los favorables. Quizá por esta psicología, el Señor permite, en ocasiones, que lleguemos a tocar la mayor intemperie, para que se produzca en nosotros la reacción del retorno hacia Él, o la consolidación más profunda de nuestra pertenencia.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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