Meditación: Buscando la plenitud de vida

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Oración para ser buenos padres

V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A  (Is 58, 7-10; Sal 111; 1Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16)

«Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana.» (Is 58, 7-8)

«El justo brilla en las tinieblas como una luz.  Su corazón está seguro, sin temor, reparte limosna a los pobres,su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con dignidad.» (Sal 111)

«Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo» (Mt 5, 16)

Recepción de la Palabra

La llamada del profeta puede parecer un consejo ético, un tanto moralista, y sin embargo, es un verdadero antídoto contra la depresión, la accedía, la enfermedad de la tristeza y de la melancolía.

El papa Francisco en su exhortación Evangelli Gaudium, afirma: «Sólo gracias a ese encuentro –o reencuentro– con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora» (EG 8)

Salir de nosotros mismos, entrar en relación con Dios y con el prójimo, es una forma de crecer en nuestra conciencia de personas. Estamos hechos para la relación, y cuando superamos las barreras de nuestro egoísmo, de manera sorprendente, nace en nuestro interior la alegría del corazón.

Vivimos unos momentos muy recios, que diría Santa Teresa de Jesús. Son muchas las personas que se acercan a los comedores sociales. No imaginábamos que se pudiera dar esta situación tan cerca de nosotros. Siempre entendíamos que las campañas contra el hambre se referían a lugares lejanos. Sorprende la generosidad de muchos, y el efecto estabilizador de la sociedad.

Cada uno tenemos en nuestras manos la posibilidad de hacer el bien, y no solo se beneficiarán aquellos que lo reciban, sino que los primeros en percibir el efecto de la bondad somos nosotros, cuando superamos toda indiferencia.

No hay bien que hagas que no vuelva hacia ti, ni sonrisa que envíes que no te la devuelvan, aunque sea en la mirada de otro distinto de aquel a quien se la ofreciste.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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