La mejor versión de ti mismo – Liturgia Domingo XXIV

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La mejor versión de ti mismo - Liturgia Domingo XXIV

En 2007, Matthew Kelly publicó un libro revolucionario para el mundo organizacional: The Dream Manager. Para que una organización alcance la mejor versión de sí misma –asegura Kelly–, sus miembros han de tender a una mejor versión de sí mismos. Y la mejor versión de sí mismo requiere sueños, ilusiones, aspiraciones. El buen líder incentiva esos sueños. De ahí el título del libro: The Dream Manager.

La empresa ficticia del libro de Kelly se dedica a asear baños de oficinas, estadios, etc. Sus trabajadores son, sin eufemismos, limpiadores de excusados. No es difícil imaginar en ese giro a gente con mucha frustración y pocos sueños. Su realidad apenas da para otra cosa. ¿Cómo sacar de ellos la mejor versión de sí mismos?   Alguien tiene que creer en ellos. Alguien tiene que soñar que ellos pueden soñar y aspirar a la mejor versión de sí mismos.

El gran sueño de Jesús: la mejor versión del hombre

La gran pregunta del Evangelio de hoy creo que va en el mismo sentido. Jesús sueña con la mejor versión de nosotros mismos. Para ello, quiere incentivar en nosotros un gran sueño, una aspiración profunda: identificarnos con Él. Porque Él sabe que el peor obstáculo para llegar a la mejor versión de nosotros mismos es soñar poco y bajo.

Si vives sin ganas, sin ilusiones, sin sueños, te pareces a los desmotivados limpiadores de excusados del libro de Kelly –por muy alto que te muevas en la sociedad–.

La mejor versión del hombre: ser como Jesús

La pregunta de Jesús por su identidad es una «pregunta–espejo». Jesús sabe muy bien lo que la gente dice de Él. A donde Él quiere llegar es a la pregunta crucial: «¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?».

La pregunta es «cristológica», en primera instancia. Pero, en el fondo, es también antropológica». Jesús no pregunta sólo por su identidad; pregunta también por la nuestra.

Juan Pablo II nos enseñó que Jesús «revela plenamente el hombre al mismo hombre» (Redemptor hominis, n. 10). Es decir, Jesús es la mejor versión del ser humano. Su identidad revela lo que debería ser la nuestra. Al preguntarnos por su identidad nos invita a soñar en la nuestra, en su mejor versión.

Los sueños son poderosos. No se ven, pero lo mueven todo. Si quieres alcanzar la mejor versión de ti mismo, mírate en Jesús, y sueña que puedes ser como Él. Soñar es mucho más que pensar o imaginar; soñar es querer algo profundamente. Porque los más grandes sueños, antes que en la mente, se gestan en el corazón.

El camino concreto: la abnegación

El mayor poder de los sueños no está necesariamente en realizarlos; está en ilusionarnos, alentarnos y darnos sentido en el vivir diario. Los sueños de los limpiadores de excusados dieron ilusión y sentido a su labor, de tan bajo perfil. Así trabajaron con más esfuerzo y dedicación. Sacaron la mejor versión de sí mismos.

Jesús nos propone un sueño: identificarnos con Él. Sabe que es un sueño que fuera de nuestro alcance.  Pero nos ofrece un camino viable para acercarnos lo más posible: el de la abnegación. «Si alguno quiere venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz, y me siga». Cada vez que tomamos con realismo y generosidad nuestra cruz de cada día, nos parecemos más a Jesús. El término cruz evoca renuncia, sacrificio, dolor. Pero en el fondo, es más positivo. Renunciar a ti mismo es negarte a una versión más baja de la que puedes alcanzar.

Es negarte a la mediocridad, al sinsentido y a la falta de sueños. Si tomas tu cruz de cada día con optimismo, con ilusión y, sobre todo, con la certeza de que te estás pareciendo más a Jesús, entonces estás sacando la mejor versión de ti mismo.

María, la mejor versión de la creación

María es, después de Cristo, la mejor versión de lo humano. ¿Su sueño? Ser la sierva obediente del Señor. Desde ahí, desde el sueño de colaborar incondicionalmente con Dios en la salvación de la humanidad, fue la creatura humana en su mejor versión.

Ella nos alcance la gracia de soñar en parecernos cada vez más a Jesús, y así alcanzar la mejor versión de nosotros mismos.


La Palabra de Dios debe ser la materia fundamental de nuestros diálogos con Dios en la oración personal. Ojalá que este comentario a la liturgia del domingo XXII te sirva para la meditación durante la semana. Agradecemos esta aportación al P. Alejandro Ortega, L.C. (consulta aquí su página web)

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