Fiesta del Bautismo del Señor

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Fiesta del Bautismo del Señor

En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: -«Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto».

 

Meditación

Según los datos arqueológicos, el lugar del bautismo de Jesús, se fija muy próximo a Jericó. Es muy significativo que sea precisamente el mismo lugar por el que entró el pueblo en la Tierra de la Promesa, cerca de donde Elías entregó el manto a Eliseo, por lo que recibió el espíritu del profeta.

Juan Bautista predicó en el mismo ambiente, y llamó a la conversión. Zaqueo, el publicano, fue en Jericó donde tuvo la experiencia salvadora, cuando Jesús se hospedó en su casa, y a la salida de esta misma ciudad aconteció la curación de los ciegos.

Si sumamos los diferentes acontecimientos, descubrimos cierto paralelismo. Todos tienen que ver con un movimiento renovador: la entrada en la Tierra, la recepción del don profético, la presencia del Precursor del Mesías, el bautismo de Jesús, la conversión de Zaqueo, y la recuperación de la vista, imagen con la que se describe el don de la fe.

En este año de la fe, la fiesta del Bautismo de Jesús y su experiencia de ser el Hijo amado de Dios, nos invitan a reiterar nuestra pertenencia de cristianos, bien renovando las promesas bautismales, bien con opciones semejantes a las que tuvieron Zaqueo y el ciego, que cambiaron enteramente su modo de vida y se convirtieron en discípulos emblemáticos de Jesús.

Las palabras de Dios Padre que escuchó Jesús son el secreto de su modo de vida. La certeza de saberse amado de Dios es la fuente de la que brota la confianza, el abandono, la fuerza, la obediencia, la entrega total.

El ardor, el gozo, el testimonio en la vivencia cristiana dependen de tener o no la convicción creyente de ser, como Jesús, amados por Dios, sostenidos por Él. Quienes fuimos bautizados, hemos recibido el don precioso de la filiación divina adoptiva, y desde esta conciencia nos debería acompañar el gozo desbordante por sabernos amados en el Hijo amado.

Cuando estamos a punto de iniciar el «Tiempo Ordinario» del calendario litúrgico y se han pasado las fiestas de Navidad, es momento propicio para refrescar las fuerzas. El secreto del árbol que se mantiene siempre frondoso y con fruto es permanecer junto a la corriente. El bautizado ha sido plantado junto al manantial fecundo del santuario, que es la Humanidad de Cristo entregada enteramente por sus hermanos.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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