V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, “C”
TEXTOS
(Is 6, 1-2a. 3-8; Sal 137; 1Co15, 1-11; Lc 5, 1-11)
LECTURAS
Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: -«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar».
Simón contestó: -«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red.
COMENTARIO
Acabo de llegar de Tierra Santa y de orar sobre las aguas del Mar de Galilea, espacio sagrado que con toda seguridad contempló el Maestro de Nazaret, quien a las orillas del Lago fue nombrando a cada uno de los suyos para que lo siguieran como discípulos.
A la hora de comprender la opción de aquellos pescadores de dejarlo todo -barca, redes y familia- suponemos que debió de ocurrir algo progresivo para que gentes tan recias se convirtieran en seguidores de Jesús.
La pesca milagrosa se puede encuadrar en una serie de hechos y dichos de Jesús que fueron transformando la mente y el corazón de los hijos de Zebedeo y de sus amigos de Betsaida.
Una clave espiritual que nos enseña hoy el texto evangélico es la de emprender las tareas no tanto por empeño cuanto por obediencia a la llamada. Los primeros discípulos comprendieron que su destreza era inútil, mientras que seguir el consejo del Maestro era eficaz.
Gracias a la confianza en el seguimiento de la voluntad divina, no hay lugar para la frustración, ni excusa de cansancio. San Francisco de Asís nos enseña cuál debe ser la actitud permanente: “En tu nombre, Señor, hoy comienzo de nuevo”.
CUESTIÓN
¿Te justificas en tus fracasos para no iniciar, de nuevo, el combate contra la tentación de la inercia, del cansancio o del tedio?
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)
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