“Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».” (Lc 3, 21-22)
Consideración
En el sitio más bajo de la tierra. En el seno del río Jordán, en la puerta de la Tierra Prometida, donde el profeta Eliseo recibió el manto de su maestro, Elías. Donde Zaqueo reconocerá al Señor y el ciego recobrará la vista, resuena la declaración más solemne que Dios hace sobre Jesús: “Tú eres mi Hijo, el amado”.
Quienes hemos sido bautizados e iniciados en la fe en Jesucristo, sin usurpar la herencia del Primogénito somos declarados hijos amados de Dios, aunque somos segundones.
El secreto de toda la vida de Jesús es saberse amado de su Padre, esta conciencia le llevará a entregar su vida como respuesta de amor. Desde Jericó, precisamente, iniciará su última subida a Jerusalén, fiado en el amor de su Padre Dios.
Tú eres mi preferido
“Sé lo que estás pensando, dudas de que tengas remedio y que llevas ya mucho tiempo sin poder superar tu debilidad. Eso me corresponde a mí. Ya sé que tú eres frágil, mas yo soy fuerte, y desde mi poder siempre he sentido predilección por los pequeños, los pobres, los indigentes, los que sufren; hasta por los pecadores. ¿No te crees que eres mi preferido, que a nadie amo como te amo a ti? ¿No sabes que donde experimentas tu menesterosidad está el ensanchamiento de tus entrañas? Arriésgate a confiar en mí y comprenderás cómo tengo poder para sacar bien de tu obstinada herida crónica.” (Palabras entrañables)
“Jesús no quiere venir sólo a las cosas pequeñas de nuestra vida, sino también a nuestra pequeñez: cuando nos sentimos débiles, frágiles, incapaces, incluso fracasados. Hermana, hermano, si, como en Belén, la oscuridad de la noche te rodea, si adviertes a tu alrededor una fría indiferencia, si las heridas que llevas dentro te gritan: “Cuentas poco, no vales nada, nunca serás amado como anhelas”, esta noche Dios responde. Esta noche te dice: “Te amo tal como eres. Tu pequeñez no me asusta, tus fragilidades no me inquietan. Me hice pequeño por ti. Para ser tu Dios me convertí en tu hermano. Hermano amado, hermana amada, no me tengas miedo, vuelve a encontrar tu grandeza en mí. Estoy aquí para ti y sólo te pido que confíes en mí y me abras el corazón”. (Francisco, Homilía, Nochebuena 2021)
Propuesta
¿Te dejas amar por Dios? ¿Te dejas perdonar?
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web) El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet y redes sociales, siempre y cuando se cite su autor y fuente original: www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro.