Aprended, pues, sierva de Cristo, de vuestro maestro y señor, aquesta santa bajeza, para que seáis ensalzada, porque palabra suya es: Quien se humillare, será ensalzado. Tened en vuestra ánima aquesta pobreza, porque de ella se entiende: Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Tened por cierto que, pues Jesucristo nuestro Señor fue por camino de humildad ensalzado, el que no la tuviera fuera va de camino; e débese desengañar con lo que dice San Augustín: «Si me preguntardes cuál es el camino del cielo, responderos he que la humildad; o si otra vez me lo preguntardes responderos he que la humildad; e si tercera vez me lo preguntardes, responderos he lo mismo; e si mil veces me lo preguntardes, mil veces os responderé que no hay otro camino sino la humildad.»
Es porque creo que deseáis agradar al Señor teniendo aquesta santa bajeza, es razón que se os diga el modo que para ello tendréis.
Y sea primero, pedírsela con importuna y fiel oración al dador de los bienes, porque éste es un muy particular don suyo. Y aun el conocer que lo es, no es pequeña merced. La experiencia que los que son tentados de soberbia tienen, da bien claro a conocer que no hay cosa más lejos de nuestras fuerzas que esta verdadera y profunda humildad, y que muchas veces acaece, con los remedios que ellos ponen para la alcanzar, huir ella más; y aun del mismo humillarse les suele nacer su contrario, que es la soberbia. Por lo cual de tal manera tomad los ejercicios para alcanzar esta joya, que no los dejéis de hacer, diciendo: «¿Qué me aprovecha, pues es dádiva de Dios»?, ni tampoco los hagáis poniendo confianza en vuestro brazo de carne, mas en aquel que suele dar sus dádivas a los que da gracia para se las pedir y para entender en los buenos ejercicios.
Audi filia