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El amor del Señor se paga con amor al prójimo

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Y añadid a esto otros ojos con que habéis de mirar a los prójimos. Y sabed, que aunque por una parte sea gran verdad que de los bienes que el Señor hace a uno no quiera ni espere el Señor interés proprio, mas todo lo que da es para gracia y merced; mas, mirando por otra parte, ninguna cosa da de la cual no quiera retorno, no para sí, mas para los prójimos.

Así, como, si un hombre hubiese prestado a otro muchos dineros, y héchole otras muchas buenas obras, y le dijese: «De todo esto que por vos he hecho, yo no tengo necesidad de vuestra paga; mas todo el derecho que contra vos tenía, lo cedo y traspaso en la persona de fulano que es necesitada; pagalde a él el agradecimiento y amor y deudas que a mí me debéis, y con ello me doy yo por pagado, porque con esa intención hice con vos lo que hice.»

De esta arte entre el cristiano en cuenta con Dios, y mire lo que de él ha recibido, así en los trabajos y muerte que el Hijo de Dios pasó por él, como en las misericordias que después de criado le ha hecho, no castigándole por sus pecados, no desechándole por sus enfermedades, esperándole a penitencia, y perdonándole cuantas veces ha pedido perdón, dándole bienes en lugar de males, con otras innumerables mercedes, que no se pueden contar.

Y piense que esta amorosa contratación de Dios con él, le ha de ser un dechado y regla para la conversación que él ha de tener con su prójimo. Y que el intento con que Dios ha obrado con él tantas mercedes es para darle a entender que, aunque el prójimo no merezca por sí ser sufrido, ni amado, ni remediado, quiere Dios hacelle gracia de todas estas obligaciones que tiene contra el que recibió las mercedes, para que el bien que el prójimo por sí no merece, le sea concedido por lo que se debía a Dios.

Y se conozca por obligado y esclavo de los otros, mirando a Dios, el que, mirando a ellos, se hallaba no deber nada; y tema mucho no sea en algo cruel o desamorado con los prójimos porque Dios no lo sea para con él, quitándole los bienes recibidos y castigándole como a desagradecido del perdón de los males pasados, así como lo hizo con aquel mal siervo que, habiendo recibido de su Señor perdón de diez mil talentos, fue cruel para con su prójimo, encarcelándole porque le debía cien maravedís.

Y oyó de la boca de su Señor palabras de grandísima ira con que le dijo: Siervo malo, te perdoné toda la deuda que me debías, porque rogaste, ¿pues no fuera razón que hubieras tú misericordia de tu prójimo, como yo la hube de ti? Y airado el Señor entrególe a los atormentadores, hasta que le pagase toda la deuda que le había perdonado.

Considerado pues, a vos, y considerad a Cristo y los bienes de él recibidos, y engendrarse ha en vuestro corazón un limpio y fortísimo amor con todos los prójimos, que ningún trabajo que por ellos pasáredes, y ningunos males que ellos os hagan, os lo puedan quitar; mas, ardiendo este amor como viva llama, vencerá siempre los males que hicieren con bienes que él haga. Y mirando que no los amáis por ellos, no los dejaréis de amar por las malas obras de ellos; mas considerando a Cristo en ellos, aunque os veáis desechada, no os airaréis; aunque recibáis mal por bien, no os enojaréis, porque los ojos que ternéis puestos en Cristo, por cuyo amor los amáis, os darán tanta luz que en ninguna cosa que los prójimos hagan sentiréis tropiezo.

Y éste es el amor y el respeto que a los prójimos habéis de tener, fundado en vos y fundado en Cristo. Y el que de estas fuentes no nace es muy flaco y luego se causa. Y como casa edificada sobre movediza arena a cualquier combate y ocasión da consigo en el suelo.

Audi filia

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