Cultivar la presencia de Dios en la mente

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Pero esta presencia de Dios, de que ahora tratamos, excluye todas estas imaginaciones y consideraciones y está muy lejos de ellas, porque ahora tratamos de la presencia de Dios en cuanto Dios; que lo primero, no es menester fingir que está aquí, sino creerlo, porque así es la verdad. Cristo nuestro Redentor, en cuanto hombre, está en el cielo y en el Santísimo Sacramento del altar; pero no está en todo lugar, y así, cuando imaginamos presente a Cristo en cuanto hombre, es imaginación que nosotros fingimos; pero en cuanto Dios está aquí presente, y dentro de mí y en todo lugar, todo lo llena: «El Espíritu del Señor hinche la redondez de la tierra» (Sab. 1,7): no habemos menester fingir lo que no es sino actuarnos en creer lo que es. Lo segundo, la humanidad de Cristo puédese imaginar y figurar con la imaginación, porque tiene cuerpo y figura; pero Dios en cuanto Dios no se puede imaginar ni figurar como es, porque no tiene cuerpo ni figura, que es puro espíritu. Aun ni un ángel ni a nuestra propia ánima podemos imaginar como es, porque es espíritu, ¿cuánto menos podremos imaginar ni hacer concepto de cómo es Dios?

Pues ¿Cómo habremos de considerar a Dios presente? Digo que no más que haciendo un acto de fe, presuponiendo que Dios está aquí presente, pues la fe nos lo dice, sin querer saber cómo ni de qué manera, como dice san Pablo que hacía Moisés: «A Dios, que es invisible, le consideraba y tenía presente, como si le viera» (Heb. 11,27), sin querer saber ni imaginar cómo es, sino como cuando uno está hablando con su amigo de noche, sin reparar en cómo es, ni acordarse de eso, sino solamente gozándose y deleitándose con la conversación y presencia de su amigo, que sabe que está allí presente. De esa manera habemos de considerar nosotros a Dios presente; bástanos saber que está aquí nuestro amigo para gozar de él; no os paréis a mirar cómo es, que no acertaréis, porque es de noche ahora para nosotros; esperad que amanezca, y cuando venga la mañana de la otra vida, entonces se descubrirá y le podremos ver claramente como es: «Cuando se descubriere, seremos semejantes a Él, porque lo veremos como es en sí» (1 Jn. 3,2). Por eso se le apareció Dios a Moisés en la niebla y oscuridad, que no le veáis, sino solamente creáis que está presente.

Ejercicios de perfección y virtudes cristianas