Proclaman nuestras almas la grandeza del amor de los Corazones de Jesús y María. Se regocijan nuestros corazones por la gran obra que han hecho en nosotros.
Jesús y María nos entregaron sus corazones, para que vivamos siempre en su amor
y lo demos a conocer al mundo entero.
Gracias infinitas les sean dadas a los Dos Corazones por este don inefable! Cosas grandes han hecho en nuestros corazones,
desde el vientre materno nos hicieron suyos.
Del abismo de nuestras miserias nos atrajeron
al reino de su amor y misericordia.
Gracias infinitas les sean dadas a los Dos Corazones por este don inefable!
Nos fueron formando, guiando, moldeando
a través de espinas y rosas, cruces y glorias, dirigiéndonos por el camino de la vida,
y preparándonos para reconocernos en el momento en que se encontraran nuestros corazones.
Gracias infinitas les sean dadas a los Dos Corazones por este don inefable!
Con la fuerza de su amor nos atrajeron hacia sí,
grabando en el corazón de uno el llamado sublime al sacerdocio, grabando en su interior el deseo de ofrecerse como victima de consolación y reparación al Corazón Eucarístico y traspasado de Jesús. Ese mismo amor atrae al otro corazón hacia la vida religiosa,
la hace esposa y madre, y ofrenda de amor oblativo para
sus Dos Corazones traspasados en la Cruz.