Admoniciones a los pastores de la Iglesia

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Al referirse el Señor a lo que buscan los malos pastores ya señala también lo que descuidan; con ello queda bien claro cuáles son los males que sufren las ovejas. Son muy pocas las ovejas bien alimentadas y sanas, es decir, aquellas a quienes no falta el sólido manjar de la verdad y se apacientan abundantemente con los dones de Dios. Pero los malos pastores ni a éstas perdonan; les parece poco descuidar a las enfermas y errantes, a las débiles y descarriadas, y llegan incluso a dar muerte a las que están fuertes y sanas. Y si estas últimas conservan la vida, viven, en todo caso, únicamente porque Dios cuida de ellas pero por lo que se refiere a los pastores, éstos hacen lo posible por matarlas. Talvez preguntes: «¿Cómo las matan?» Pues las matan con su mala vida y con sus malos ejemplos. ¿Acaso piensas que se dijo en vano a aquel gran siervo de Dios, uno de los miembros más destacados del sumo pastor: Sé para todos modelo por tus buenas obras; y también: Sé un ejemplo para los fieles?

En efecto, con frecuencia, incluso las buenas ovejas, al ver la mala vida de los pastores, apartan sus ojos de los preceptos del Señor y se fijan más bien en la conducta del hombre, diciendo en su interior: «Si mi prelado vive de tal manera, yo, que soy simple oveja, ¿no podré hacer lo que hace él?» De esta manera el mal pastor lleva a la muerte incluso a las ovejas fuertes. Y, ¿qué piensas que hará con las demás el que, en lugar de fortalecer a las débiles, dio muerte, con su mal ejemplo, incluso a las que había encontrado robustas y sanas?
Les digo, pues, y les repito que si las ovejas viven y mantienen todavía la salud por la fuerza del Señor, recordando aquellas palabras que oyeron de su mismo Señor: Cumplan y guarden lo que les digan, pero no los imiten en sus obras, sin embargo, el que vive mal en presencia del pueblo, en cuanto de él depende, mata a aquel que contempla el mal ejemplo de su vida. Que este tal pastor no se consuele, pues, pensando que la oveja no ha muerto; vive, sin duda, pero él es un homicida. Es igual que cuando un hombre impuro mira a una mujer para desearla: aunque ella persevere casta, él ha pecado, como lo dice claramente el Señor: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. No penetró ciertamente en su habitación para pecar con ella, pero pecó en el interior de su corazón.
Así también, todo el que vive indignamente ante aquellos que están bajo su cuidado, en cuanto de él depende, da muerte incluso a las ovejas sanas; pues el que lo imita muere, y el que no lo imita vive. Sin embargo, en cuanto de él depende, lleva a ambos a la muerte; por ello dice: Matan a las mejor alimentadas, pero no apacientan las ovejas.

Sermón sobre los pastores