[Es preciso] considerar y mirar con los ojos de la fe la omnipotencia y sabiduría infinita de aquel Ser soberano, a quien nada es imposible ni difícil, y que, por su bondad suma, y por el exceso con que nos ama, se halla pronto y dispuesto a darnos a cada hora y cada instante todo lo que nos es necesario para la vida espiritual, y para la entera victoria de nosotros mismos como recurramos a sus brazos con filial confianza ¿Cómo será posible que este dulce y amable Pastor que por espacio de treinta y tres años ha corrido tras la oveja perdida y descaminada (Luc. XV, 7), con tanto sudor sangre y costa suya, para reducirla y traerla de los despeñaderos y veredas peligros a un camino santo y seguro: de la perdición a la salud, del daño al remedio, de la muerte a la vida; cómo será posible que este Pastor divino viendo que su ovejuela lo busca y lo sigue con la obediencia de sus preceptos o a lo menos con un deseo sincero (bien que imperfecto y flaco) de obedecerle, no vuelva a ella sus ojos de vida y de misericordia, no oiga sus gemidos, y no la recoja amorosamente y la ponga sobre sus divinos hombros alegrándose con los Ángeles del cielo de que vuelva a su redil y ganado y deje el pasto venenoso y mortal del mundo por el manjar suave y regalado de la virtud? Si con tanto ardor y diligencia busca la dracma del Evangelio (idem v. 8), que es la figura del pecador, ¿cómo será posible que abandone a quien como ovejuela triste y afligida de no ver a su pastor, lo busca y lo llama? ¿Quién podrá persuadirse de que Dios, que llama continuamente a la puerta de nuestro corazón (Apoc. III, 21) con deseo de entrar en él, y comunicarse a nosotros, y colmarnos de sus dones y gracias, hallando la puerta abierta, y viendo que le pedimos que nos honre con su visita, no se dignará concedernos el favor que deseamos?(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)