Todo cristiano es templo del Espíritu Santo

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Todo cristiano es un templo del Espíritu Santo; todo cristiano está consagrado a Él; y en ese templo en que Dios habita no puede hacerse otra cosa sino lo que se hace en un templo: glorificar a Dios. Por eso el Apóstol S. Pablo quiere que hasta las acciones más comunes del cristiano se hagan para glorificar a Dios. “Ya sea que, comáis, ya sea que bebáis, ya que hagáis cualquier otra cosa, haced, todo para la gloria de Dios». Si todo cristiano es un templo consagrado al Espíritu de Dios, la consagración al Espíritu Santo es la ratificación de la entrega del bautismo, la renovación de las promesas hechas entonces, la aceptación libre y amorosa de la vida que Dios infundió en nuestra alma al recibirnos la Iglesia en su seno maternal. ¿No es la vida cristiana una consagración a Dios? ¿no consiste en conservar siempre limpio, siempre santo, siempre habitado por Dios y lleno de su gloria el templo dedicado al Señor? (El Espíritu Santo)