Un hombre puede sufrir como un pagano, como un condenado o como un santo. Para sufrir con Jesús hay que aspirar a sufrir como un santo. Sólo entonces nos aprovecha el sufrimiento y sirve para que la Pasión pueda aplicarse a las almas. “Suplo en mi carne lo que resta de los sufrimientos de Cristo por el cuerpo de Él, que es la Iglesia”, (Colos I, 24). dice S. Agustín comentando este pasaje: «Los sufrimientos de Cristo eran completos, pero sólo en la cabeza; faltan los sufrimientos de sus miembros místicos». Praecessit Christus in capite; Jesucristo sufrió como Cabeza. Sequitur in corpore: Ahora le toca sufrir a su cuerpo místico. Todo sacerdote puede decir: Ese cuerpo soy yo; soy un miembro de Cristo y debo completar para su cuerpo, que es la Iglesia, lo que les falta a los sufrimientos de Cristo. El dolor, dice el P. Fáber, es el más excelso de los Sacramentos. Este profundo teólogo muestra la necesidad del dolor y explica sus glorias. Todos los argumentos que expone pueden ser aplicados a la fecundidad de las obras, en virtud de los sacrificios del obrero evangélico, unidos al sacrificio del Gólgota, mediante los cuales participa en la eficacia infinita de la Sangre divina. (Dom. J.B. Chautard, El alma de todo apostolado)