Tratándose de gracias, estamos seguros de obtenerlas todas por El. Cuando San Pablo expone el plan divino dice que «en Cristo tenemos la redención adquirida por medio de su sangre, la remisión de los pecados, según la riqueza de su gracia, que se nos ofrece sobreabundantemente» (Ef 1,7). Disponemos de todas estas riquezas adquiridas por Jesús, que han llegado a ser nuestras por el Bautismo; lo único que tenemos que hacer es acudir a El para apropiárnoslas y ser «como la esposa que sale del desierto» de su pobreza, pero «llena de delicias» porque «se apoya sobre su amado». «¿Quién es ésta que sube del desierto reclinada en su amado, destilando dulzuras?» (Cant 8,5).