Debemos estar seguros que, aunque sean muy pesadas y tempestuosas las pruebas que nos esperan, jamás seremos abandonados, no, nunca caeremos fuera de las manos del Señor, aquellas manos que nos han creado y que ahora nos siguen sosteniendo en el itinerario de nuestra vida. Como confesará San Pablo: Aquel que empezó en ti la obra buena que Él mismo la lleve a término.