Sentimiento de debilidad y flaqueza

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Sucede a veces que cuando gemimos bajo el peso de nuestras flaquezas, de nuestras miserias, de nuestras faltas, prorrumpimos con el Apóstol: «Desgraciado de mí; siento en mí una doble ley: la ley de la concupiscencia que me arrastra hacia el mal, y la ley de Dios que me empuja hacia el bien. ¿Quién me librará en esta lucha? ¿Quién me dará la victoria?»- Escuchad la respuesta de San Pablo: «La gracia de Dios que nos ha sido merecida y dada por Jesucristo nuestro Señor» (Rm 8,25). En Jesucristo hallamos todo lo necesario para salir victoriosos aquí abajo, en espera del triunfo final de la gloria.