San Juan escuchó los latidos del Sagrado Corazón

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Al percibir el Evangelista por medio de la Vida interior los latidos del Corazón del Hombre-Dios, y la inmensidad de su amor para con los hombres, su palabra vino a ser la transmisora de la gracia del Verbo divino. Por esta misma razón, puede decirse de los hombres de vida interior, que son en alguna manera los ríos del Paraíso. Porque atraen sobre la tierra las aguas vivas de la gracia, que bajan del cielo y desvían o aminoran los castigos que merece el mundo, no sólo con sus oraciones e inmolaciones, sino también y sobre todo, porque en lo más alto de los cielos, sacan del Corazón de Aquél en quien reside la Vida íntima de Dios el caudal de esa vida y lo difunden con toda abundancia en las almas: Haurietis aquas de fontibus Salvatoris. Llamados a predicar la divina palabra, lo hacen con una elocuencia cuyo secreto conocen ellos solos. Hablan del cielo, a la tierra. Iluminan, encienden, consuelan y fortifican. Cuando una de estas condiciones falta, la elocuencia es incompleta. Y únicamente podrá reunirlas el predicador que viva de Jesús. (Dom. J.B. Chautard, El alma de todo apostolado)