Mas, de la misma manera que aquel profeta dice a Dios: «Te tenía presente mientras yacía en mi lecho» ‘, y no se quedó contento con esto, sino que se levantó «en mitad de la noche para rendir homenaje al Señor», así sugeriría yo aquí que, además de lo que rezamos al andar, hagamos también aquella oración para la que hemos preparado nuestras mentes con más reflexión, y para la que disponemos nuestro cuerpo con más respeto y reverencia que si hubiéramos de presentarnos ante todos los reyes de la tierra reunidos en un mismo lugar. Con toda verdad he de afirmar que cuando pienso en nuestra disipación mental durante la oración, mi alma se duele y apesadumbra.
La agonía de Cristo, cap. I