Reconocer la voz del amado en el silencio

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El amor produce en el alma recogimiento y silencio: quien ama distingue la voz del amado en tres millares de voces; ¿no distingue una madre la voz de su hijo en medio de todos los ruidos, no escucha aun dormida su llanto inconfundible? El amor produce silencio, porgue pone al alma en soledad; recoge, porque concentra todas las actividades y todos los deseos en el amado. El Espíritu Santo habla, sopla, inspira frecuentísimamente a las almas, pero éstas no lo escuchan, sino en la medida en que lo aman, en la proporción en que el amor las ha ungido de silencio. Unidas estrechamente con el Espíritu Santo por el amor, las almas sienten, por decirlo así, las secretas palpitaciones del Corazón de Dios. Uno de los caracteres que debe tener el amor al Espíritu Santo es esta atención solícita para escuchar su voz, para sentir sus inspiraciones, para percibir hasta sus más delicados toques. Primero, las almas tienen que luchar contra todos los ruidos que turban el silencio del alma, desprenderse valerosamente de todas las criaturas, de todos los afectos, para que no turben el recogimiento y la paz. Después, el amor va enseñoreándose poco a poco del corazón y esparciendo por todas las facultades su hondo e inalterable silencio. (El Espíritu Santo)