¡Dios mío! ¿Qué será, pues, el purgatorio?… ¿Será preciso que sus llamas consuman en mí todo, no sólo los pecados, no sólo las imperfecciones, sino todo lo que es humano?… ¿Todo lo criado?… ¿Todas sus adherencias fuera de Dios?… ¿Que obren la completa transformación de mi ser?… Si en este mundo esas operaciones son tan largas y tan dolorosas en los santos; si para realizarlas son necesarias tantas cruces, tanta mortificación y tantas tribulaciones; si el desprendimiento de todas las cosas me hace estremecer, ¡Dios mío!, ¿qué será para mí el purgatorio?… (José Tissot, La vida interior)