«Por ti suspiro, Señor, y a ti recurro para que siga suspirando aún más por ti. Si tú me abandonaras, sería hombre muerto. Pero tú no me abandonas, porque eres el sumo Bien, y no permites que no te encuentre quien te busca con sincero corazón. Y te busca con sincero corazón quien recibe de ti el don de buscarte con un corazón sincero. Que te busque, Padre, sin equivocarme; que, al buscarte, nadie se interponga en mi camino, pretendiendo engañarme. Este es mi único afán: encontrarme ahora mismo contigo»
Soliloquios 1, 1, 6