No digas no haber obtenido aquello que has pedido rezando mucho, porque te has beneficiado espiritualmente. De hecho, ¿qué bien más sublime puede existir al de estar unido con el Señor y perseverar en esa unión ininterrumpida con Él? Quien se encuentra protegido por la oración no deberá tener miedo de la sentencia del Juez divino, como le sucede al condenado aquí en la tierra. Por eso, si eres sabio y no corto de vista, al recuerdo de ese juicio podrás fácilmente alejar de tu corazón las ofensas recibidas y todo rencor, las preocupaciones por los negocios terrenos y los sufrimientos que se derivan; la tentación de las pasiones y de todo género de maldad. Con la súplica constante del corazón prepárate a la oración perenne de los labios, y rápido avanzarás en la virtud.
La escala del Paraíso XXVIII