No sólo nace Inmaculada María, sino que en ella abunda la gracia

1320

Cuando el Angel la saluda, la declara «llena de gracia», Gratia plena, pues el Señor, fuente de toda gracia, está con ella: Dominus tecum.- Luego, al concebir y dar a luz a Jesús, María guarda intacta su virginidad. Da a luz y permanece virgen; según canta la Iglesia: «a la gloria tan pura de la virginidad, María junta la alegría de ser madre fecunda» [Gaudia matris habens cum virginitatis honore. Antíf. de Laudes de Navidad]. A esto hay que unir la gracia que representó para María su vida oculta con Jesús, las de su unión con su Hijo en los misterios de su vida pública y de su Pasión, y para colmar la medida, la de su Asunción al cielo. El cuerpo virginal de María, en el cual Cristo tomó su naturaleza humana, no verá la corrupción; en su cabeza será colocada una corona de inestimable valor y reinará como Soberana a la diestra de su Hijo, adomada con la vestidura de gloria formada por tantos privilegios (Sal 44,10).