Cualquier joyero prefiere el diamante más pequeño a muchos zafiros. De la misma manera, según el orden establecido por Dios, nuestra intimidad para con Él le da más gloria que todo el bien que podamos procurarle con nuestro apostolado en favor de las almas, si es en detrimento de la nuestra. Nuestro Padre Celestial, que atiende más al gobierno de un corazón donde tiene su trono, que al gobierno natural de todo el universo y a la gobernación civil de todos los imperios, desea que reine esa armonía en nuestro celo (P. Lallemant, Doct. Spirit.). Y algunas veces prefiere dejar desaparecer una obra, si ve que es un obstáculo para el incremento de la caridad del alma que se ocupa en ella. Satanás, por el contrario, no vacila en halagar a un apóstol con éxitos enteramente superficiales, si puede con ello menguar su vida interior, porque su rabia le hace adivinar dónde se encuentran los verdaderos tesoros a los ojos de Jesucristo. Es decir, da de buena gana algunos zafiros, para quitar un diamante. (Dom. J.B. Chautard, El alma de todo apostolado)