Meditación de las siete palabras

1890

Puedes considerar aquellas siete palabras que el Señor habló en la Cruz. De las cuales la primera fue (Lc.23,34): Padre, perdona a éstos, que no saben lo que hacen. La segunda al Ladrón (Lc.23,43): Hoy serás conmigo en el Paraíso. La tercera a su Madre Santísima (Io.19,26): Mujer, cata ahí a tu hijo. La cuarta (Io.19,28): Sed he. La quinta (Mt.27,46): Dios mío, Dios mío, ¿por qué me desamparaste? La sexta (Io.19,30): Acabado es. La séptima (Lc.23,46): Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Mira, pues, oh ánima mía, con cuánta caridad en estas palabras encomendó sus enemigos al Padre; con cuánta misericordia recibió al Ladrón que le confesaba; con qué entrañas encomendó a la piadosa Madre el amado discípulo; con cuánta sed y ardor mostró que deseaba la salud de los hombres; con cuán dolorosa voz derramó su oración, y pronunció su tribulación ante el acatamiento divino; cómo llevó hasta el cabo tan perfectamente la obediencia del Padre, y cómo, finalmente, le encomendó su espíritu y se resignó todo en sus benditísimas manos. Por donde parece como en cada una de estas palabras está encerrado un documento de virtud. En la primera se nos encomienda la caridad para con los enemigos. En la segunda, la misericordia para con los pecadores. En la tercera, la piedad para con los padres. En la cuarta, el deseo de la salud de los prójimos. En la quinta, la oración de las tribulaciones y desamparos de Dios. En la sexta, la virtud de la obediencia y perseverancia. Y en la séptima, la perfecta resignación en la mano de Dios, que es la suma de toda nuestra perfección. (Tratado de La Oracion Y Meditacion – Pedro de Alcantara)