María en nuestro camino de conversión

1850
Refugio de los pecadores

«Veía a nuestro Señor, que estaba muy contento; por respeto a Magdalena, no nos atrevimos a postrarnos a sus pies, ni a los de su Santa Madre, que también estaba allí; yo estaba muy triste porque no tenía tantas lágrimas, ni perfumes, como la santa penitente.

Pero nuestro Señor se contentó con algunas lágrimas que cayeron en la orla de su vestido, ya que no nos atrevíamos a tocar sus benditos pies.

Una cosa me consoló mucho: después de la comida, nuestro Señor entregó su amada penitente a su Madre; por eso vemos que, en lo sucesivo, apenas si se separó de Ella; y la Santísima Virgen acariciaba a esta pecadora.

Esto me dio un gran aliento y muchísima alegría.» En otra parte, dice: «¿Es que acaso no fue por mediación de la Virgen Santísima como María Magdalena, que era como un vaso manchado con toda clase de suciedades, fue después de su conversión contada entre el ejército de la pureza virginal?» (Sermón para el día de la Anunciación)