Cristo, con los brazos abiertos en la cruz, como dos alas, acoge a cuantos acuden a El y en el refugio de sus llagas los esconde de las amenazas de los demonios. La sangre de Abel grita venganza, la sangre de Cristo implora misericordia.
Cristo, con los brazos abiertos en la cruz, como dos alas, acoge a cuantos acuden a El y en el refugio de sus llagas los esconde de las amenazas de los demonios. La sangre de Abel grita venganza, la sangre de Cristo implora misericordia.