Pensamientos durante los Ejercicios (4o día)
Que las penas del infierno son ante todo un eterno alejamiento de Dios; y para evitarlas, después de haberme confiado a su misericordia, trataré de vivir ya desde esta vida, en vez del odio a Dios que tienen continuamente los condenados y el olvido de sus gracias y la rabia incesante de unos contra otros, el amor de Dios sirviéndome de su bondad, dulzura y caridad con mis prójimos. Tan pronto como la naturaleza humana hubo pecado, el Creador, en el Consejo de su Divinidad, quiso reparar esta falta y para ello, con un supremo y purísimo amor, decidió que una de las tres Personas se encarnase, con lo que aparece, aún en la Divinidad, una profunda y verdadera humildad, de la que he de sacar una gran confusión para mi orgullo, y reconocer que en parte es ignorancia, ya que, en realidad, la humildad es conocimiento de la verdad y, según me parece, eso es lo que ha podido hacer se dé en Dios. Pero veamos en ello, alma mía, lo que Dios nos pide a través de la Encarnación de su querido Hijo, además de la gratitud que le debemos por nuestra Redención; y es que quiere que, así como El personalmente dejó el Cielo para unirse a la tierra, nosotros dejemos voluntariamente la tierra de nuestras sensualidades para unirnos a la esencia de su Divinidad.