Integridad de la piedad

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Tal es la piedad: si rompo este haz, si suprimo uno de estos elementos, tendré una piedad truncada y falsa; si introduzco un elemento extraño, mi piedad será mestiza e impura; si uno de esos elementos se debilita o altera, mi piedad se hace lánguida y enfermiza; si la unión de esos elementos se afloja, si su vínculo se rompe, mi piedad se divide, se disuelve y desaparece. La piedad debe ser, pues, verdadera, completa y fuerte, y para esto es preciso que cada uno de sus elementos sea puro; debe ser una, y para esto es menester que la unión de sus elementos sea íntima y estable; debe crecer hasta su consumación, y para esto es necesario que cada elemento vaya dilatándose, perfeccionándose, extendiéndose, que su unión se haga cada vez más íntima y que por fin se constituya en mí ese hábito que forma la virtud de la piedad. (José Tissot, La vida interior)