Humillemos, pues, nuestras almas bajo de la mano de Dios en toda tribulación y tentación. Porque El salvará y engrandecerá los humildes de espíritu.
En las tentaciones y adversidades se ve cuánto uno ha aprovechado, y en ellas consiste el mayor merecimiento y se conoce mejor la virtud.
No es mucho ser un hombre devoto y fervoroso, cuando no siente pesadumbre, mas si en el tiempo de la adversidad se sufre con paciencia, esperanza es de gran provecho.
Algunos no se rinden a grandes tentaciones, y son vencidos a menudo en las menores y comunes, para que humillados nunca confíen de sí en cosas grandes, siendo flacos en las pequeñas.
Imitación de Cristo