Examen de nuestro corazón

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«Hija mía muy amada, cuando caigamos en alguna falta, examinemos inmediatamente nuestro corazón y preguntémosle si no sigue teniendo una viva y entera decisión de servir a Dios; es seguro que os contestará que sí, y que antes pasaría por mil muertes que abandonar esta resolución. Hacedle otra pregunta: ¿Por qué, entonces, has tropezado? ¿Por qué eres tan cobarde? —He sido atacado por sorpresa, y no sé cómo; pero ahora me duele. ¡Hija mía! Hay que perdonarle: no ha sido infiel, sino débil. Es necesario corregirle suavemente, sin zozobra, para no irritarlo ni perturbarlo más» (Carta a una señora, 800).