El Espíritu Santo es Huésped dulcísimo del alma. Es su íntimo y verdadero Director. El Don de Dios, el primer Don. La fuente de los otros Dones y como primer eslabón de la regia cadena que termina en la perfección. Y su obra santificadora consiste en formar a Jesús en las almas, realizando de esta suerte en ellas el ideal del Padre. Así, pues, el Espíritu Santo entra por las puertas del alma y establece en ella su morada; activo y fecundo, toma la dirección del alma cada vez más completa, más viva, más íntima; se deja poseer el alma y la posee más y más profundamente; y con Él vienen todas las gracias, los dones divinos que van transformando el alma hasta convertirla en imagen de Jesús, para que el Padre se complazca en su Hijo y sea glorificado por el alma, por Jesús, con Jesús y en Jesús. (El Espíritu Santo)