El encanto divino del sacrificio de Jesús

1868

El único deseo que por su ardor pareció turbar la divina serenidad de Cristo, fue el deseo de su sacrificio. La vehemencia de sus palabras y la emoción de su acento traicionaron su alma. “Con deseo he deseado vehementísimamente he anhelado comer esta Pascua con vosotros”. ¿Cuál? Las dos: la pascua eucarística y la pascua sangrienta que son en el fondo la misma pascua de dolor y de amor. ¿Qué encanto divino encontraba Jesús en el abismo de su sacrificio? La alegría es el perfume del amor y la suprema alegría debe brotar de la suprema satisfacción del amor supremo. El amor supremo es sin género de duda el amor de Jesús: su amor al Padre, su amor a las almas. Desde que vino al mundo comenzó a satisfacer ese amor, porque los dos son uno solo. Complacía sin cesar al Padre, salvaba sin cesar a las almas. Por eso llevaba siempre en lo íntimo de su alma el secreto de su alegría. (El Espíritu Santo)