Cristo quiso ser llamado «niño» por muchas razones; pero, por amor a la brevedad, voy a exponer una sola. Si ofendes a Cristo con un pecado mortal y si le haces cualquier otra injuria, pero después le ofreces la flor de la contrición o la rosa de una confesión bañada en lágrimas -«las lágrimas son la sangre del alma» (Agustín)-; Él no se acuerda más de tu ofensa, perdona la culpa y corre a tu encuentro para abrazarte y besarte.