María es la embajadora de la misericordia. La misericordia es su ministerio. A la Madre de Dios deben acudir los que tienen necesidad de misericordia: y cuanto mayor sea su miseria, más motivos tienen para llamar a su corazón maternal. El abismo llama al abismo (Salm 41) y, como dice San Francisco de Sales, «nada es tan agradable a una liberal abundancia como una necesitada indigencia; y cuanto más abundancia hay de bondad, mayor es la inclinación a dar y a comunicarse… y no se sabría decir quién siente mayor contento, si la bondad abundante y liberal dando y comunicándose, o la bondad desfallecida e indigente consiguiendo y recibiendo, si nuestro Señor no hubiera dicho que hay más felicidad en dar que en recibir» (Del amor de Dios). (José Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas)