El beso en el huerto de Getsemaní: humildad y mansedumbre

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¿Por qué Cristo actuó así? ¿Era acaso para enseñarnos cómo disimular y fingir? ¿Para enseñarnos a devolver, con fina astucia, el engaño con otro engaño? De ningún modo. Lo hizo para indicamos que hemos de soportar con paciencia y mansedumbre todas las injurias y ardides, sin enfurecernos, sin buscar venganza, sin dar rienda suelta a nuestras pasiones para insultar al ofensor, sin buscar vano deleite en coger al enemigo en algún traspié. Nos enseñaba a hacer frente a la injuria y a la falsedad con verdadera virtud y, en una palabra, a vencer el mal en abundancia de bien. Es decir, hacer todo esfuerzo posible, insistiendo con ocasión y sin ella, con palabras tan corteses como fuertes y penetrantes, de tal modo que el hombre miserable pueda cambiar para bien; y si no responde a este tratamiento, no eche la culpa a nuestra negligencia, sino a la monstruosa magnitud de su propia maldad.

La agonía de Cristo