El amor no es unilateral, el amor exige reciprocidad; por el amor poseemos y por el amor somos poseídos. Y vuelvo a decir que yo no acierto a juzgar qué cosa sea más bella y más dulce, si poseer o ser poseídos. Esa posesión que tiene sobre nosotros el que nos ama, es porque le hemos entregado nuestro corazón y nuestro ser, y se lo hemos entregado sin reservas. Si nuestro amor es profundo, hemos puesto en las manos del Amado nuestro destino, hemos abdicado, por decirlo así, de nuestra libertad; y es la única en que abdicar de la libertad es glorioso y dulcísimo. Sólo el amor realiza esa maravilla: que perdamos nuestra libertad y sintamos la dicha y la gloria de perderla. (El Espíritu Santo)