“Marta, Marta, estás inquieta y turbada porque te ocupas en muchas cosas”. La multiplicidad era causa del desasosiego de Marta, la cual era, no obstante, amada por Jesús y cuya fidelidad apreciaba el Señor. Pero ella tenía demasiadas cosas en la cabeza. La multiplicidad la dividía; dividiéndola, la inquietaba; inquietada, se turbaba, y la turbación la debilitaba de tal suerte que le era imposible atender a todo y se veía obligada a pedir el auxilio de su hermana. Lo propio nos sucede a nosotros. Las múltiples ocupaciones de la vida, las mil preocupaciones del interés personal dividen el alma; la multiplicidad incoherente de los ejercicios de piedad, en vez de darle unidad, fuerza y paz, aumenta su mal dividiéndola, perturbándola y debilitándola más todavía. ¿Por qué asombrarnos de la languidez de algunas almas, si lo que debería darles salud y vida, aumenta el mal que padecen? (José Tissot, La vida interior)