Dolor de los pecados

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La contrición debe venir a condensarse en una resolución. Digo en una resolución, porque también aquí es preciso reducir todo a la unidad.

Esta resolución, sea cualquiera el punto particular sobre que recaiga, debe llevarme a lo único esencial, es decir, al conocimiento de Dios, a la sumisión a su voluntad y a la conformidad con el movimiento de su gracia.

Esta resolución puedo y hasta debo particularizarla, haciéndola recaer sobre el punto especial que domina en mi corazón; debe enderezar la tendencia que más se haya apartado de Dios, o bien afirmar la que más se ha acercado a Dios, y poner así completamente mi corazón en presencia de la gloria de Dios, bajo la voluntad de Dios y en la gracia de Dios: (José Tissot, La vida interior)