Dios te enseñará a orar

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No todos tienen las mismas dotes, ni según el cuerpo, ni según el espíritu. Para algunos va bien la oración más breve, para otros es mejor la larga de los salmos. Hay quien todavía confiesa estar prisionero de su cuerpo, o debe luchar con la ignorancia del espíritu; si entonces invocas a nuestro Rey contra los enemigos que te asaltan de cualquier parte, ten confianza. Ya no deberás fatigarte mucho desechándolos de una vez, pues se alejarán de ti rápidamente: no querrán asistir a la segura victoria que obtendrás con la oración; es más, huirán despavoridos por la fusta de tu ferviente coloquio. Recoge todas tus fuerzas, y Dios se ocupará en cómo enseñarte a rezar.

La escala del Paraíso, escalón XXVIII