Hasta que no hayamos alcanzado después de muchas experiencias tal claridad de oración, seremos principiantes, como niños que empiezan a caminar. Trata de elevar la mente a Dios, o mejor, de tenerla cerrada dentro de las operaciones de la oración y, si por debilidad infantil, no la tienes tranquila, ponla rápidamente en orden: por desgracia nuestra mente es débil, pero el Omnipotente podrá fijarla.
La escala del Paraíso. Escalón XXVIII