Dice el Profeta [Isaías]: “Vos sois, Dios mío, quien hacéis todas nuestras obras en nosotros”. Dios me toma, me lleva, me conduce, me traza el camino, me sostiene, me da la fuerza y la vida. Mientras yo no me separe de su beneplácito estoy seguro de avanzar. He aquí cómo la pasividad conduce a la actividad, cómo mi receptividad de la acción divina es la condición vital de mi acción, en fin, cómo se hace la unidad de movimiento, que es el punto supremo de mi unión con Dios. Debo, en efecto, llegar a este término final de la unidad, en el que su movimiento y mi movimiento no son ya dos, sino uno. ¡La unidad!… (José Tissot, La vida interior)