Pensemos que, si no rezamos, ninguna excusa podremos alegar, porque Dios a todos da la gracia de orar. En nuestras manos está el rezar siempre que queramos como lo confesaba el santo rey David: Haré para conmigo oración a Dios, autor de mi vida. Le diré al Señor.Tú eres mi amparo. Allí se pondrá en claro que Dios da a todos la gracia de orar; y así con la oración podemos alcanzar los socorros divinos que necesitamos para observar los mandamientos y perseverar hasta el fin en el camino del bien. Ahora afirmo únicamente que si no nos salvamos, culpa nuestra será. Y la causa de nuestra infinita desgracia será una sola: que no hemos rezado.(El gran medio de la oración – San Alfonso Maria de Ligorio)