¿Qué gloria hay para Dios y qué ventaja para uno, si uno reza un poco y luego deja vagar de nuevo sus pensamientos, o si hace alguna pequeña acción meritoria, como decir una plegaria haciendo cinco o diez reverencias, o invoca en un sincero suspiro el Nombre de Jesús, o se aplica a algún buen pensamiento, o se entrega a alguna lectura espiritual, o se abstiene de comer, o soporta alguna afrenta en silencio? —todo esto no le parece bastante para su total salvación, y cree que resulta infructuoso el hacerlo—. ¡No!, ninguno de estos pequeños actos es en vano, pues Dios, que todo lo ve, lo tendrá en cuenta y le dará una recompensa cien veces mayor, no sólo en la vida eterna, sino en esta vida. San Juan Crisóstomo afirma: «Ningún bien de cualquier clase, por insignificante que sea, será desdeñado por el recto Juez. Si los pecados son indagados con tal detalle que responderemos por las palabras, por los deseos y por los pensamientos, tanto más las buenas obras, por pequeñas que sean, serán tenidas en cuenta con todo detalle y contarán para nuestro mérito ante nuestro Juez lleno de amor.(Relatos de un Peregrino Ruso)