Cristo tuvo siempre en sus manos el bastón de la cruz: antes de la pasión lo tuvo en sus obras; en la pasión fue clavado con sus manos en la cruz; y después de la pasión conservó en sus manos las heridas, para mostrárselas al Padre por nosotros. El papel fue la mano de Cristo; la pluma, el clavo; y la tinta, la sangre.