El Señor, cuando oraba, no pedía por sí mismo – ¿qué podía pedir por sí mismo, si él era inocente?–, sino por nuestros pecados, como lo declara con aquellas palabras que dirige a Pedro: Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti; para que tu fe no se apague. Y luego ruega al Padre por todos, diciendo: No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en míorac por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros.
Tratado sobre el Padrenuestro