El conocimiento de Dios bajo el influjo de los dones del Espíritu Santo

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Cuando por medio de los Dones del Espíritu Santo penetramos en esas verdades de la fe, entonces ahondamos en ellas, descubrimos su profundidad, apreciamos la armonía que existe entre unas y otras, tenemos un conocimiento íntimo, profundo, de esas verdades, aunque sin que se llegue jamás a la evidencia objetiva, porque en esta vida la fe nunca pierde su misteriosa oscuridad. ¡Qué diferencia entre el conocimiento que tenemos por la simple fe, y el conocimiento que tiene un alma cuando está bajo el régimen de los Dones intelectuales del Espíritu Santo! ¿Recordamos que San Francisco de Asís se pasaba las noches enteras repitiendo estas dos palabras: «Mi Dios y mi todo»? Esas dos palabras para la mayor parte de nosotros no alcanzarían a mantenernos atentos cinco minutos, ¿por qué bastan para llenar las noches de oración de San Francisco de Asís? ¡Ah! porque las veía con la luz de Dios, porque los Dones del Espíritu Santo amor establece tal proporción, tal armonía entre los seres que se aman, que parece que son una sola cosa. Y en virtud de esta armonía admirable realizada por el amor, basta, por decirlo así, penetrar en nuestro propio corazón para comprender el corazón amado. (El Espíritu Santo)